Ex Libris(c.1) by Ross King

Author:Ross King
Language: es
Format: mobi
Tags: Novela Histórica
Published: 2011-11-17T00:00:00+00:00

Regresé a casa a pie. Más tarde me pregunté qué podría haber sucedido de haber tomado un carruaje y llegado a Nonsuch House cinco minutos antes. Pero no había coches de alquiler, de manera que empecé a renquear hacia casa, llegando al puente unos veinte minutos más tarde. Todo parecía estar como de costumbre cuando me acercaba a Nonsuch House, pero entonces, frente a la tienda cerrada de un boticario, descubrí a Monk en medio de la calzada, dirigiéndose vacilante hacia mí, mostrando en su blanca cara una expresión de aturdimiento. A sus espaldas, la verde puerta de Nonsuch House parcialmente abierta colgaba ladeada en su marco.

—¡Mr. Inchbold...!

Un grupo de mirones se habían reunido ante la puerta de la tienda, como el auditorio de un espectáculo callejero, indecisos entre quedarse o marcharse, murmurando, especulando en voz baja del mismo modo que lo hacen cuando un caballo de tiro cocea al hijo de un extraño o cae muerto en la calle. Monk sé me había acercado tambaleándose y ahora empezaba a agarrarse a mi manga farfullando algo ininteligible.

Lo aparté de un empujón y tiré con fuerza del pomo de la puerta. Ésta se balanceó hacia abajo, más torcida ahora, mientras sus goznes gemían de dolor, es decir los goznes superiores, porque los de abajo estaban doblados y colgaban ladeados del astillado marco. El conjunto amenazaba con desprenderse en mis manos. Pero yo había ensanchado la apertura unas pulgadas

más... lo suficiente para introducirme en el interior, sintiendo un ahogo en mi garganta producido por el temor y la furia.

Mis pies habían resbalado en algo, y cuando ajusté los ojos a la penumbra descubrí que mis libros —hasta el último de ellos, al parecer— habían sido arrancados de las estanterías y esparcidos por todo el suelo. Centenares de ellos aparecían formando montones al azar como si estuvieran aguardando la hoguera: las encuademaciones rasgadas, las cubiertas abiertas de par en par como alas, sus dobladas páginas al descubierto movidas por la ligera brisa que penetraba por la destruida puerta. Flotaba un olor a polvo, cuero y moho... de cosas viejas, gastadas, cuyo familiar y agradable aire viciado hubiera sido de algún modo reforzado como a través de la decocción, una penetrante pero invisible nube que formaba remolinos como el humo del cañón sobre las delicadas ruinas.

Me enderecé y me dirigí tambaleándome, entre libros que me llegaban a los tobillos, hacia el mostrador, dando vueltas en círculo, incapaz de comprender el alcance de aquella destrucción, y menos aún su propósito. Me dejé caer de rodillas en el centro de la tienda, sólo vagamente consciente de la presencia de Monk a mis espaldas. Mi precioso refugio, el puerto donde cobijarme del torbellino del mundo... todo había desaparecido, destruido. Mi pecho empezó a palpitar como el de un niño. Recuerdo haber sentido unas manos sobre mis hombros, pero no sabía a quién pertenecían, o qué sucedió a continuación.

Realmente, de las siguientes horas recuerdo muy poco: sólo una especie de aturdido deambular a través de la tienda, con

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